QUÉ SIGNIFICA SER MADRE DE UN NIÑO PEQUEÑO

Ser madre significa darte cuenta del cambio radical que ha tomado tu vida y recibir ese cambio con amor. Implica no tener tiempo para nada, hacer salidas rezagadas con las amigas, mantener temas de conversación todo acerca de tus hijos. Ser madre significa sonreír mucho más que antes pero también llorar desconsoladamente. Significa sacrificarte por ellos.

Aceptar con amor el cambio en tu vida
Cuando te convertís en madre, tu vida tiene un giro de 360º, cambia tu mundo, cambia la forma en cómo ves las cosas, te das cuenta de que en tu pensamiento ya no estás sola porque tu hijo/a siempre estará allí.
Conocés una nueva forma de amar, un amor puro y sin límites. El sentido de tu vida adquiere otra forma, te das cuenta que podés entregar todo sin condiciones y que sos capaz de lo que sea para proteger a ese pequeñito.
Aprendés a apreciar cada detalle en las personas, cada gesto, cada sonrisa. Aprendés a valorar cada momento, porque te das cuenta que el tiempo vuela, que ellos crecen rápido, un día estás haciendo colecho y al otro estás viéndolo arreglar su camita.
Te volvés más agradecida con la vida, con las personas, valorás mucho más la familia, mirás con otros ojos a tu madre, a tu abuela, a tu hermana, a las mujeres de tu vida.
Dar vida es como un vislumbramiento hermoso, que se va aclarando a medida que caminamos el largo trayecto de la maternidad. Y este vislumbramiento también se da en mamás de corazón, porque el acto de adoptar es también así de genuino.

Ceder tu tiempo
Otra cosa que cambia radicalmente es tu tiempo. Una mamá ya no es dueña de su tiempo, dormir menos es lo primero que se manifiesta, y esto será así por siempre. Las citas en la peluquería, las salidas con las amigas, los momentos para vos sola como hacer una caminata, ir al gimnasio, tu lectura obligatoria antes de dormir, tu baño relajante y extenso al terminar el día, todo eso cambia.
Entre el trabajo, la casa y tu niño/a, ya no tenés tiempo de calidad para vos misma. Ahora te adaptás a las necesidades de tu hijo, a su ritmo, sus demandas y su tiempo. Primero está él y luego vos, esto lo hacés de una manera tan consciente porque sabés que su infancia es solo una etapa, que su proceso de fijar las vivencias que marcarán su carácter y personalidad adulta tiene tiempo límite, y tu rol ahora es amarlo, atenderlo, comprenderlo y guiarlo.

Salir menos con las amigas
Antes no hacía falta planificar tanto, si tenías ganas de salir podías organizar una salida en menos de 20 min. Además, podías disfrutar sin límites, los tragos no debían llevarse a conteo, improvisabas y hasta te quedabas a dormir en lo de tu amiga para que la aventura de una noche sea interminable. Tomar el vehículo y pasear sin rumbo es otra de las cosas que disfrutabas, verdad?.
Ahora que sos mamá es distinto. Las salidas con las chicas deben ser bien planeadas y lograr coincidir una fecha es todo un reto, más aún cuando ya todas tienen hijos. suelen limitarse a un bar tranquilo o un encuentro en la casa de una de ellas. Los tragos deben ser bien limitados porque en casa te espera un pequeñito que debe ser atendido, no hay lugar para improvisaciones, y durante la noche no estás del todo tranquila porque tu celular no para de sonar debido a las llamadas del marido, la niñera, o la tía que quedó en cuidar de tu pequeño y no logra darle la cena, o no logra hacerle dormir. Incluso, aunque todo esté en orden, tu preocupación innata de madre no te permite descansar tu pensamiento, allí estás recordando alguna indicación que no alcanzaste a dar antes de salir de la casa, o recordás a tu hijo con preguntitas de si estará bien, si ya habrá cenado, si te extraña, entre otras cosas.
A veces,  hasta te retiras pronto porque el cansancio te gana y estás tan zombie que no podés disfrutar a pleno la noche con ellas.

Hablar siempre de él
Las conversaciones sin duda cambian, ahora todo gira en torno a tu pequeño. Te encontrás con amigas, con ex compañeros de trabajo o de colegio, con familiares, todos deben escuchar las hazañas de tu hijo, sus travesuras y logros, o las preocupaciones que tenés como madre. Terminamos demostrando lo enamoradas que estamos de ese pequeñito. Por favor sigan escuchándonos, a las mamás nos hace bien hablar de ellos, porque son nuestro mundo.

Sonreír mucho más
Con un hijo pequeño sin duda cambia tu humor, es inevitable no responder positivamente a sus gestos, a su entusiasmo y travesuras; aunque a veces rompen esquemas o normas, terminan sacándonos sonrisas.
Verle cantar y bailar, observarle sorprenderse por una hormiguita, entusiasmarse por una hojita que cae del árbol o por las burbujas de su bañera, nos llena de ternura y nos roba miles de sonrisas al día.
Y la principal responsable del beneficio para nuestro humor son sus travesuras, cuando agarra un paquete de harina, lo derrama por toda la casa y le ves cubierto en polvo. Cuando cree que encontró el escondite perfecto, le pillás y su grito y risitas de sorpresas son lo más, cuando te desobedece y en el intento de correr de vos se tropieza y cae de cola en el patio.
Yo sé que tenés miles de historias parecidas, en donde no sabés si preocuparte y regañarle o reír hasta que te duela la panza. Optar por lo segundo, siempre que la conducta no haya sido de riesgo, es lo más sano y te permite disfrutar más de la maternidad.

Llorar desconsoladamente
La maternidad también tiene sus sombras. El trabajo es mucho, requiere lidiar con muchas preocupaciones, resolver cientos de situaciones a diario, y si sos mamá full time tenés que ocuparte de la casa, las ropas, las compras, la comida, la escuela, y otras cosas.
Tu tranquilidad y habilidad para resolver todo lo que respecta a tu pequeño, a veces se ve interrumpida por tus desbordes emocionales, porque una mamá sí que los tiene. Tolerar berrinches, peleas entre hermanos, desobediencias, pataletas, llantos y más llantos continuos, requiere de mucha paciencia; y cuando estas situaciones te superan, te desbordás. Solo tenés ganas de llorar, estar sola, encerrarte en el único rincón de la casa en donde podés estar tranquila (si es que existe uno), respirar un poco para después continuar. Nunca te contengas, esas lágrimas valen oro.

Sacrificio
Abandonar tus sueños, posponer tus metas y aspiraciones, desatenderte un poco, son sacrificios que vos mamá lo hacés sin dudar.
Este acto generoso de sacrificarte por tus hijos trae consigo una variedad de culpas y preocupaciones, siempre te sentirás responsable de todo lo que aqueja a tus hijos, siempre estará presente la sombra de los cuestionamientos acerca de si lo estás haciendo bien, si lo estás criando bien, si la alimentación que le brindás es sana y equilibrada, si pasás suficiente tiempo con ellos, si sos una buena madre, y muchas otras preguntas que solo tu corazón conoce. Eso nunca cambiará, las madres entregan todo para proteger a sus hijos, con el fin único de que sean felices.

Aunque ser mamá no es algo fácil, es sin duda una de las mejores experiencias!. Mamá, apostá a sentir cada momento, promové la pasión de tus hijos, tomá con buen humor todas las situaciones posibles, disfrutá de tu rol y, lo más importante, nunca dejes de ocuparte de vos misma.

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